Abandonado a mi suerte
muy lejos de los fortines
me aventuré por su geografía.
Impetuoso...
Me sentí conquistador, guerrero...
conocía el riesgo del enfrentamiento,
cuerpo a cuerpo, en soledad.
Pero no me importó y...
una noche planeé la emboscada.
No pude evitar sus lanzas que
surcando la confusión
buscaban mi ser.
Los indómitos, cabellos cobrizos
atacaron impetuosos
mi debilidad porteña.
Solo... pude sucumbir
solo, una noche... solo
me derramé sobre su vientre desértico.
En la penumbra me deslicé
lento y constante
como el recuerdo de un sueño frustrado
y con un quejido
atragantado de orgullo
supe que había llegado al final.
Luego del enfrentamiento
el hondo silencio hizo florecer una herida.
El llanto de una mujer
junto a un hombre abatido.